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14/4/25

Vivienda digna: un futuro posible para adolescentes y adultos

La vivienda digna es mucho más que un techo: es un pilar esencial para el bienestar, el desarrollo personal y la igualdad de oportunidades.

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Tanto durante la adolescencia como en la etapa adulta, el acceso a una vivienda adecuada y segura marca una diferencia significativa en la calidad de vida, la salud mental y la inclusión social.

En un contexto marcado por la subida del precio de la vivienda y el aumento de la precariedad habitacional, repensar el modelo de vivienda desde una mirada intergeneracional se vuelve clave para construir un futuro más sostenible y equitativo.

Vivienda como clave del bienestar y la equidad

Contar con un hogar adecuado no solo proporciona refugio, sino también seguridad emocional, estabilidad y capacidad de desarrollo. El informe Vivienda digna, más allá de un techo (Esade, 2025) propone un nuevo indicador de calidad residencial que combina criterios físicos, sociales y psicológicos para medir el impacto real del entorno habitacional.

Los efectos positivos de la vivienda digna incluyen:

  • Mejora de la salud física y mental.
  • Aumento de la autonomía y la autoestima.
  • Mejor rendimiento educativo en menores y adolescentes.
  • Estabilidad laboral y mejores oportunidades de empleo.
  • Mayor cohesión y participación social.

Según el estudio Reimagining housing: equity, access and shared futures, repensar la vivienda desde el acceso universal y la equidad permite generar comunidades más resilientes, donde todas las generaciones puedan desarrollarse plenamente.

Adolescentes y adultos: distintos retos, mismo derecho

Cada etapa vital enfrenta desafíos únicos en relación con la vivienda. Para adolescentes, el hogar representa un entorno seguro donde construir su identidad, vincularse socialmente y desarrollarse con dignidad. Una vivienda inadecuada puede traducirse en:

  • Problemas de salud mental y emocional.
  • Bajo rendimiento escolar y absentismo.
  • Dificultades para establecer relaciones sociales saludables.
  • Mayor vulnerabilidad ante situaciones de violencia o exclusión.

En la adultez, la vivienda se convierte en un factor determinante para la autonomía personal. Sin embargo, acceder a una vivienda hoy en día es un reto para muchas personas jóvenes adultas.

Tal como expone Business Insider en su artículo "En España, la pesadilla de la vivienda depende de la edad que tengas", las personas de entre 18 y 44 años están entre las más afectadas por los altos precios del alquiler, la falta de parque público y la precariedad laboral. Todo ello conlleva:

  • Altas tasas de sobreendeudamiento por alquiler o hipoteca.
  • Retrasos en la emancipación juvenil y la formación de nuevos hogares.
  • Mayor dependencia económica y emocional de la familia de origen.
  • Impacto negativo en la salud y la planificación vital.

Oportunidades de futuro

Pese a los desafíos, el acceso a la vivienda asequible y digna también abre la puerta a transformaciones positivas. Existen soluciones innovadoras y políticas públicas que ya están demostrando resultados y pueden marcar el camino hacia un futuro más habitable para todos.

Claves para un nuevo modelo habitacional:

  • Impulso a la vivienda social: aumentar el parque público para garantizar el acceso a personas jóvenes, mayores y colectivos vulnerables.
  • Alquiler asequible y regulado: que no supere el 30-40% de los ingresos familiares, tal como recomiendan organismos internacionales.
  • Modelos de convivencia alternativos:
    • Vivienda cooperativa y coliving intergeneracional, con enfoque comunitario.
    • Proyectos de cohousing con servicios compartidos y acceso a recursos básicos.
  • Rehabilitación de viviendas vacías y mejora del entorno urbano:
    • Planes para revitalizar barrios, con criterios de accesibilidad, sostenibilidad y participación ciudadana.
  • Educación en derechos habitacionales:
    • Campañas dirigidas a adolescentes y jóvenes sobre vivienda, autonomía y economía del hogar.

Más allá del techo: una mirada compartida

La vivienda digna es un derecho fundamental, y garantizarla desde la adolescencia hasta la adultez es una apuesta decidida por una sociedad más cohesionada y sostenible. No se trata solo de garantizar un espacio físico, sino de construir entornos seguros, accesibles y emocionalmente positivos donde las personas puedan crecer, cuidarse y contribuir activamente al bienestar colectivo.

La transición hacia un nuevo modelo de vivienda está en marcha. Con políticas públicas valientes, iniciativas comunitarias innovadoras y una mirada intergeneracional, podemos lograr que el acceso a una vivienda digna deje de ser una utopía para convertirse en una realidad compartida.

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